sábado, 1 de enero de 2011

Escenas Celestiales XC


Un año acaba y otro comienza. En muchos países de la Tierra, las gentes se pertrechan de voladores y petardos para recibir el nuevo año de la manera más ruidosa posible. A pesar de que el calendario aceptado mundialmente celebra los años transcurridos desde el nacimiento del hijo de Dios, en el Cielo no se celebra nada especial, por aquello de no dar lugar a días mejores o peores que otros. Como única excepción, cada 25 de diciembre, sólo Jesús celebra su cumpleaños, pero, por el mismo motivo, lo hace a solas, sin que nadie, salvo Dios, se entere. Sin embargo, por debajo de aquella aparente indolencia de las almas, una desazón late en lo más profundo: la envidia hacia la muy humana afición por los buenos propósitos y por proyectar los mejores deseos para todos en el futuro más próximo. Esa ilusión por autosuperarse y ver mejorar las cosas, aunque sea sin base real sólida, es algo que las almas no pueden sentir. A cambio, tienen la eternidad, claro, pero, en días como éste, no es suficiente.

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