jueves, 26 de noviembre de 2009

El Sheriff de Nottingham


A veces, el ejemplo de gente brillante y anónima trasciende a los medios para maravilla y admiración de todos. Muchas de estas personas suelen llevar a cabo acciones en favor de los más débiles y desasitidos. Y lo hacen porque sí, por apenas nada y porque necesitan hacer el bien, aunque conlleve ciertos riesgos. En muchas partes del Tercer Mundo, esos riesgos pueden consistir en sucumbir a una epidemia, acabar mutilado por una mina, morir acribillado en medio de guerras tribales, ser aplastado por una excavadora... el catálogo es amplio y sucede tanto que casi nunca es noticia.

Esta vez, sin embargo, la noticia ha saltado mucho más acá de los desiertos remotos y de las montañas lejanas. En concreto, en Alemania, donde la directora de una sucursal bancaria sacaba el dinero de las cuentas de los clientes más ricos para ingresarlo en las de los más pobres. Bueno, no es exactamente así. Más bien les facilitaba créditos encubiertos a quienes realmente los necesitaban, obteniendo el dinero de las cuentas más boyantes sin que sus propietarios se percatasen. Una vez recuperado el importe de los créditos concedidos, restituía el dinero 'prestado' a sus pudientes dueños, quienes probablemente en ningún momento notaron vibración alguna en los andamios dorados de su Dolce Vita. Esta Robin Hood moderna llegó a mover más de 7,5 millones de euros con este sistema, hasta que la pillaron por no poder devolver 1 millón de euros. Ahora le reclaman esta cantidad, amén de condenarla a dos años de cárcel que no deberá cumplir. Ha tenido que vender su casa y su póliza de seguro de vida. Se queda con la pensión del estado -1.000 €- como único asidero económico. ¿No podría el estado alemán inyectar ese millón de euros del erario público, tal como ha hecho con los agujeros billonarios generados por la especulación pura y dura?

Que yo sepa, esta directora de sucursal -llevaba en el cargo casi veinte años-, ha hecho lo que hacen habitualmente los directores de banca -quitarle el dinero a unos para dárselo a otros y viceversa-, con la salvedad de que esta mujer lo tomaba de los ricos para dárselo a los pobres y no al revés. Y sin llevarse un céntimo por encima de su sueldo, que ya es. Dice que lo hacía por piedad. Y eso es algo que nuestro sistema -el Sheriff de Nottingham de esta historia, porque ella es Robin Hood- no está dispuesto a consentir. A dónde llegaríamos si cundiera su pernicioso ejemplo... Por piedad, dice... Por piedad... ¡puaj! Aquí las cosas se hacen por egoísmo, señora, que no se entera.

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