lunes, 16 de noviembre de 2009

Las creencias


No deja de asombrarme la forma en que algunos se dejan dominar por sus creencias religiosas. Testigos de Jehová que no consienten las transfusiones de sangre bajo ningún concepto, ni siquiera cuando de ello depende la vida de un ser querido. Un Papa que condena el uso del condón en medio de África contra toda evidencia o sentido común. Obispos que amenazan con la excomunión a quienes no se plieguen a su personal interpretación de la verdad. Arzobispos que dicen que los políticos católicos tienen deberes que cumplir, en su condición de católicos más que en su condición de políticos. Un alcalde que se niega a aplicar la ley y a casar a una pareja de homosexuales en Valencia, en un claro acto de discriminación por motivo de opción sexual. La imposición del crucifijo en las aulas de los colegios públicos. Todos estos actos son protagonizados por seres aferrados a sus creencias religiosas por encima de cualquier otra cosa (creencias que, además, casi nunca son propias, sino inculcadas). Sus creencias dominan sus conciencias racionales. Por eso mismo, un Testigo de Jehová no debería ser médico, el Papa no debería ser bienvenido en África tan alegremente, los obispos deberían darse una ducha de amor evangélico a modo de obligado reciclaje y un católico sólo debería poder ser alcalde si, por encima de sus creencias particulares, mantuviera el compromiso firme de velar por el normal cumplimiento de la ley.

No voy a pretender que nadie se despoje de sus creencias, líbreme dios, que allá cada quien con su vida. Que cada cual obre según su conciencia con total libertad... mientras sus actos no perjudiquen a los demás. Sobre todo: no hagas a tu prójimo lo que no desees para ti mismo. Esto último creo que ya lo dijo alguien alguna vez... pero no recuerdo quién.

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