Cualquier cuadro de Antoni Tàpies es capaz de embelesarme. No son pocos en absoluto los artistas que se han dejado inspirar por su particular universo pictórico y, sin embargo, nadie de entre tantos ha logrado conmoverme de igual manera. Algo similar me pasa con Miró, a quien Tàpies tanto admiraba. Porque hay mil millones de maneras de manchar un lienzo, pero sólo unas pocas son las correctas. Y Tàpies pasó toda su vida buscando la obra que hubiera querido pintar, en su compromiso con esa corrección que siempre se le escabullía -eso creía él, no yo- antes de finalizar cada nueva obra. Confieso haber llorado ante sus cuadros. Nadie manchaba como él.
A Javier Ortiz, algún tiempo después
Hace 1 año
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