sábado, 25 de febrero de 2012

Escenas Celestiales CXLIX



Lo peor del cielo no es la posibilidad de que no podamos volver a ver jamás aquellas películas que nos marcaron para siempre y que tantas veces disfrutamos y volvimos a disfrutar en vida, no. Lo peor es la sospecha de que ni nos acordaremos de que eso solía llenarnos los corazones y que si por ejemplo nos tropezamos con las almas de Jeanne Moreau o de François Truffaut, lo más seguro es que no sepamos reconocerlas. Y si por algún tipo de milagro las reconocemos pese a todo, ellas mismas no sabrán lo que fueron o llegaron a suponer en las vidas de nadie. Da espanto pensar que de tal estado de cosas pueda surgir una felicidad y, además, eterna. Se parece más bien a una tortura de dimensiones diabólicas, en el mejor de los casos, y a la nada más absoluta en el peor.

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