“Tanto los Derechos Humanos como la Democracia son incompatibles con los mercados.” - Julio Anguita, sembrado como siempre y cantando las verdades del barquero. Porque, más allá del comunismo, del socialismo, del anarquismo, del liberalismo o del capitalismo a secas está la cuestión de los Derechos Humanos, un código de decencia que nos dimos nada más salir de la barbarie de la II Guerra Mundial, porque soñábamos con un mundo mejor en el que hubiera más justicia y mejor convivencia entre los pueblos. Cualquier persona civilizada -o de bien- debería anteponer la necesidad de que se cumplan estos derechos por encima de cualquier otra consideración. Cualquier persona que anteponga otras cuestiones al cumplimiento universal de estos derechos no merece más calificativo que el de miserable y debería hacerse inmediatamente acreedora del mayor de nuestros desprecios. Así de claro. Aparte de WikiLeaks, nada tiene tanto potencial de cambiar nuestro mundo a mejor como la aplicación, hasta las últimas consecuencias, de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Ése debería ser el estandarte primero y último... y debería ser nuestro texto de cabecera, dentro y fuera de los colegios y universidades. Ideologías aparte.
A Javier Ortiz, algún tiempo después
Hace 1 año
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