Les decía el jueves pasado que Anna Ardin, una de las dos denunciantes de Julian Assange ante la policía sueca, borró algunas entradas de su cuenta de Twitter, pero que algunos hackers avezados habían logrado rescatarlas de la caché de internet, por así decirlo (visto aquí). La primera dice tal que así: "Julian quiere ir a una mariscada. ¿Alguien tiene un par de lugares libres esta noche o mañana?", mientras que la segunda dice lo siguiente: "Son las 2 de la mañana, hace un poco de frío y estoy sentada fuera con una de las personas más simpáticas e inteligentes del mundo, ¡es increíble!" Nada de lo que en ellos se dice -por mucho arrobo que delaten de la víctima hacia su victimador- podría eximir de culpa a Assange ante una supuesta agresión sexual, pero no deja de ser extraño que una mujer presuntamente vejada y envuelta en la vorágine de indagaciones policiales y apremios de la prensa mundial dedique su ánimo y su tiempo a revisar lo que ha escrito en Twitter en los últimos días y menos aún a editar sus contenidos. El comportamiento de Ardin es, cuanto menos, bastante peculiar. ¿Qué tiene que decir al respecto la Fiscalía Sueca?
A Javier Ortiz, algún tiempo después
Hace 1 año
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