sábado, 2 de octubre de 2010

Escenas Celestiales LXXVI


- Yo creía que aquí perderíamos nuestra esencia con el paso de los siglos y los milenios...
- Pues ya ves que no es así. De hecho, aquí somos nuestra esencia... y nada más. En el Cielo, la esencia de cada uno se amplifica sin el lastre del sustento físico, ¿no es cierto?
- Cierto, sí. Yo soy mi esencia, la suma completa de lo que viví, las ideas que tuve y las que hubiera tenido de haber vivido el tiempo suficiente o bajo otras circunstancias. Es extraordinario.
- Convendrás conmigo en que esto es mucho mejor que lo que esperabas.
- Infinitamente.
- Entonces, ¿por qué no acabas de ser feliz?
- Porque veo las almas desnudas, en toda su esencia, y hay algunas que es preferible no ver.
- ¿Por qué? Aquí sólo llegan las almas virtuosas.
- Precisamente. Hay muchísimas almas virtuosas que no tienen nada que contarme, porque nunca hicieron nada. No pasaron por la vida. La vida les pasó por encima. Renunciaron a vivir y se enclaustraron en sus creencias religiosas por miedo a pecar. No se movieron nunca de su sitio. ni física ni intelectualmente. Murieron donde mismo nacieron, sin viajar ni ser curiosas. Nada de lo que me digan podrá jamás sorprenderme. Son esencias tristes. Y aquí se suponía que no habría tristeza.
- Te entiendo perfectamente.
- Pues eso.

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