No se divisan caras iracundas entre ellos, se les ve contentos. No hay gestos airados, ni miradas de rechazo al diferente. Veo la cabalgata y las banderas arcoiris, veo risas y alegría, veo plumas y veo abrazos, veo felicidad, veo tolerancia y veo orgullo. También veo estridencia, disfraces y toda la algarabía del mundo, veo besos, caricias y metidas de mano por doquier. La música lo envuelve todo, el tiempo acompaña... es una fiesta, una tremenda fiesta. Y celebro el orgullo que ellos y ellas celebran, porque también es el mío. El orgullo de ser persona y de sentirse libre y dueño y señor de su propio cuerpo y de su propio destino, sin dioses, reyes ni tribunos que te dicten lo que tienes que hacer, ni cómo has de ser.
A ver si va a ser esto lo que tanto fastidia a la caverna...
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