Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, dice el gobierno alemán y responde a coro el de Reino Unido. “Hemos”, sí. Nosotros. Usted y yo; no me ponga ahora esa cara. Tal vez falle su memoria y no se acuerde de aquella vida mejor y derrochadora. O tal vez sea de esos infelices a los que la memoria les funciona muy bien, y aún recuerda cómo empezó todo. No fueron las pensiones ni el coste del despido ni los sueldos de los funcionarios. Sucedió hace ya dos años, cuando el sector financiero infló un inmenso globo de mierda que estalló, y nos llenó de mierda a todos. ¡Cuánta basura ha llovido desde entonces! Primero socializamos las pérdidas, y endeudamos a los estados. Reflotamos los bancos, les devolvimos las llaves a los mismos dueños que los habían estrellado y, con una palmadita en la espalda, les pedimos que para la próxima tuviesen más cuidado. Alguien habló de refundar el capitalismo, algún ingenuo. Pero condenamos a Madoff, que el que la hace la paga (ja, ja). Y así nos arrastramos hasta mayo de 2010, cuando el mismo sector financiero que había provocado la crisis se puso a especular contra la misma deuda pública con la que se les había rescatado.
Era una competición desigual: el mercado financiero global contra un montón de divididos estados. Desde ayer, es obvio quién ha ganado. El primer país de la UE, Alemania, anunció que se apretaba el cinturón. Es una mala noticia. Significa que en Europa tonto el último, y que su deuda saldrá más barata, ergo la nuestra más cara. Que el final de la crisis tardará más en llegar, porque el consumo se frenará. Que habrá más recortes sociales. Que la soberanía popular cotiza en bolsa, y que su precio cae en picado. Pero lo peor es otra cosa. Hemos asumido que la culpa fue nuestra; y que por eso merecemos la penitencia.
Visto en Escolar.net (¡Bravo, Nacho!)
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