miércoles, 15 de septiembre de 2010

Una de ejércitos victoriosos


Tiene bemoles que el primer ayuntamiento de España al que la Justicia ha tenido que apercibir para que cumpla con la Ley de Memoria Histórica sea precisamente el de Santa Cruz de Tenerife, tan lejano de Madrid y del palacio de El Pardo.

Desde hace años, varias asociaciones ciudadanas ya venían denunciando la desgana municipal a la hora de retirar placas y símbolos franquistas conforme a la ley. En su lugar, el consistorio tinerfeño echaba mano de su particular pequeño catálogo de mezquinas triquiñuelas, tales como cambiar el nombre a los monumentos, para que siguieran luciendo en su lugar de siempre, en lugar de retirarlos, como si nada hubiera pasado y él aún habitara entre nosotros. El mejor ejemplo de ello es el horrendo Monumento al Ejército Victorioso que hay al comienzo de la Avenida de Anaga. Un ¿ángel? con alas de plomo, más propias de un águila acorazada de la Wehrmacht que de cualquier criatura celestial que se precie. El imaginario fascista de la espada justiciera, amplificado sin medida. Habría que ver qué nombre pacífico y de concordia tenían planeado ponerle a esas brutales losas, de negra sombra y peor historia. Casi como pretender darle una mano de pintura a Auschwitz y llamarlo Shangri-La. Una broma macabra demasiado pesada, incluso para una Justicia de tan diestro proceder como acostumbra a ser la española.

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