sábado, 11 de septiembre de 2010

Escenas Celestiales LXXIII


- Y ése debe de ser Jesús, ¿no?
- Evidentemente. Aparte de él y de su madre María, no hay ningún humano más por aquí.
- Ya decía yo que lo veía algo diferente a los demás.
- De entrada, no es transparente.
- No, desde luego. Transparente no es.
- Y tiene pies con los que caminar, no como nosotros que sólo flotamos.
- ¡Anda, es verdad! En eso no había caído. Pero no le debe resultar nada fácil caminar en el vacío, ¿no?
- Lo hace con los ojos cerrados. En sus tiempos, ya lo hacía sobre el agua.
- Ah, ya.
En esos momentos, pasó un ángel por entre las dos almas, dejando una estela de silencio que se prolongó por unos cuantos años, al cabo de los cuáles, la conversación prosiguió en los siguientes términos:
- Tiene que ser un verdadero coñazo.
- ¿El qué?
- Ser el único hombre en este lugar hasta el día del Juicio Final y que la única mujer de carne y hueso que haya sea tu madre.
- Mira, mejor lo dejamos aquí y cambiamos de tema. ¿Te parece?

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