En el centro de Berlín, junto a la Ópera, hay una plaza con un rectángulo de cristal en su centro. Si uno es lo suficientemente curioso, se dejará llevar hacia el cristal hasta ponerse encima y contemplará a sus pies un espacio cúbico y níveo que tiene estanterías vacías en sus cuatro paredes. En esa plaza fue donde los fascistas de Hitler procedieron en 1933 a la quema de libros y la ausencia de éstos es precisamente lo que hace que ese espacio acoja, simbólicamente y con singular fuerza, todos los libros que fueron, son y serán.
En el centro de Madrid, junto a la Ópera, hay una plaza en la que hoy no hay nadie. La policía ha acordonado los accesos para impedir la concentración de los indignados del 15-M llegados de toda España y los metros y demás transportes urbanos también tienen prohibido detenerse allí. Nadie puede acceder al kilómetro cero del Estado. No es una quema de libros, pero sí la negación del ágora y del espacio de reunión público que son la quintaesencia de la Democracia.
De esta manera tan miope y ridícula se pretenden acallar las voces de un movimiento ciudadano, que en el fondo son las de nuestra propia conciencia. Me maravilla la idea de una Puerta del Sol completamente vacía de gente, absolutamente desierta de vida. Una vez más, la ceguera de los gobernantes hace que el tiro les salga por la culata: igual que ocurre con los libros ausentes de Berlín, ese espectacular vacío tiene hoy para muchos la fuerza de mil Soles.
Un artículito (si es que puedo llamarlo así) muy sustancioso; encantado de haberlo leído. Saludos.
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