Les traigo hoy la carta que una limpiadora de un hospital público ha enviado a los medios, con motivo del reciente ingreso de Esperanza Aguirre para ser operada de un cáncer en el pecho. Lo transcribo tal cual. Y la impotencia de la autora la suscribo tal cual, también.
Madrid, 22 de febrero de 2011
No es de mi agrado, aprovechar enfermedades que no deseo a nadie, pero no puedo callar lo que siento y pienso.
Doña Esperanza Aguirre a 90 días de las elecciones hace público su estado de salud… Y más que transparencia, me sabe a publicidad de campaña pre-electoral. Desde luego, a esta mujer, hasta un cáncer le es útil para luchar y competir. A mí ni me apena, ni me alegra, ni me afecta que le detectaran tan precozmente un simple bulto en la mama. No es familiar ni amiga mía. Son cada vez más y más mujeres que padecen de un cáncer de mama, y muchas pierden un pecho, y muchas aún fallecen, y muchas otras, felizmente, salen adelante. Lo más preocupante para mi, al respecto, sería saber ¿qué hacemos para que en esta sociedad aturdida por tanto consumismo y poco respeto por nuestro entorno, tenemos cada vez un mayor incremento de cánceres de mama?
Pero, tanto alarde y publicidad al respecto me pone mala. Y que a cada vez que un personaje político pasa por la pública, aprovechen para hacer su reclamo publicitario con respecto a una sanidad pública que atropellan, destruyen, privatizan… me enoja por encima de todo. Y aún más si esa misma persona reza tener tanto interés por nuestra sanidad, cuando es una de las principales personas a quien solo le interesa el dinero, el poder y poco le importa la salud y los derechos de los ciudadanos de a pie.
Así tenemos a la “Belén Esteban” del circulo político haciendo su show. Una persona que no va a tener problema alguno, con hacerse todas las pruebas en un tiempo record,(que dicho de paso, podrían haberse realizado en la privada), en ser operada de inmediato por los mejores cirujanos, sin temer por “su” tristemente famosa lista de espera, y que va a paralizar como poco, media planta para ella sola. Pero muy chula ella va a la pública… Y lo proclama.
Soy una limpiadora de la sanidad pública, y se lo que conlleva tener un político entre nuestras paredes. Para ellos solos, como mínimo: media planta bloqueada, para ellos solos los mejores médicos, cirujanos, fisioterapeutas, volcados al 100% sobre ese caso, para su exclusividad una sola limpiadora que se aburre religiosamente todo el puñetero día, teniendo que estar pendiente de cualquier cosa que pueda surgir. Se nos entrega un carro nuevo. Los políticos no pueden ver un carro viejo. Los cubos también son nuevos y relucientes. La fregona recién estrenada. La presa: ídem, El palo de la fregona y escoba, recién sacados del almacén. Que no falte un cepillo sin estrenar… Todo exclusivamente para ellos. A lo largo del año, tenemos que trabajar de cualquier manera, con palos rotos, carros que se atascan, en vez de rascadores, con cuchillos o lo que pillemos, y mucho nos cuesta obtener que nos cambien el carro que nos rompe la espalda un día sí y otro igual, o una presa que escurra sin que tengamos que destrozarnos el lomo.
Volviendo a nuestra planta bloqueada y “super” vigilada:
El carro, sus artilugios y la limpiadora al pie del cañón pero sin ser visibles. Solo si se precisa de nuestra intervención, saldremos del escondite que se nos asigna, para sigilosamente cumplir en el acto sin la más mínima espera, la labor solicitada y desaparecer otra vez a esperar la siguiente alerta.
Si vienen familiares, la Casa Real, o políticos a visitar al paciente, a las limpiadoras se nos pide que nos esfumemos junto con nuestro material para no dañar la vista soberbia de toda esa gente, que no sé en que planeta viven, en todo caso, no en el mismo que yo. Se nos hace fregar una y otra vez todos los pasillos por donde se les pudiese ocurrir pasar esas ilustres visitas. Hay un tal despliegue tanto inútil como vergonzoso cuando tenemos un paciente de esa índole, que deberían sonrojarse pensando en cómoy cuánto perturban un lugar público que ellos utilizan como si fuese un palacio privado con todo y todos a sus pies.
Y por cierto: Cuando acaba todo ese follón, todos los agradecimientos son siempre para los mismos, y los demás, como siempre, somos simple escoria invisible.
Así que como comprenderéis, cuando me voy a tomar un cafecito para relajarme, ya algo tensa por lo que no puedo fumar junto con mi cafecillo, cojo la prensa del día y veo que las noticias van del bultito de Doña Esperanza Aguirre, invadiendo varias páginas, me arruinan mi café, mi ratillo de relajo sin mi cigarrillito y recuerdo que de 100 ptas. que me costaba antes, ahora me está costando 1,40 euros y que mi sueldo sí menguó, al igual que los contratos ofertados…
La virtudes del político latino cada vez se me esconden más. Irá con la raza, la etnia o lo que coño sea el grupo humano al que pertenece. Tiene una capacidad innata para usar desgracias propias y/o ajenas con el único fin de arrancar un puñado de votos. Verbi gratia, Mayor Oreja... amén de la susodicha. O mejor dicho, lo que representa Mayor Oreja en su, tan mezquina como ficticia, lucha contra un terrorismo que ya no es sino un mal recuerdo del pasado. Que no está muerto del todo... vale, pero hoy me preocupa más un caracazo (al que ellos habrán contribuido de manera decisiva) que lo que pueda hacer algún abertzale violento. Me preocupa más que a la viejita mía le dé un tirón un parado desesperado, con la mala suerte de partirle la cabeza contra la acera, que el hecho improbable de que ETA vuelva a actuar. Y recurro al menda éste porque ejemplifica la “amplitud de miras” cuando se trata de buscarle partido al muerto, sea de quién sea, o a la simple fatalidad que si es propia nadie me podrá acusar de frivolidad con lo ajeno. Mi cáncer es mío y hago con él lo que quiero, viene a decir. Pues en mi derecho a réplica yo le contesto: cómetelo con papas.
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