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Diecisiete años en coma ha permanecido Eluana Englaro. Prácticamente desde las Olimpiadas de Barcelona hasta su fallecimiento, hace apenas unas horas. No empleo la cita olímpica por frivolidad, sino como ayuda para ubicarme en el tiempo y hacerme una idea de la verdadera dimensión del asunto. La memoria colectiva de nuestros últimos diecisiete años está repleta de hitos y hechos significativos que no voy a desgranar, pero que dan sentido al tiempo transcurrido, restándole algo de su fugacidad. En el plano personal, si damos rienda suelta a la memoria, podremos comprobar que seguramente también en nuestras vidas han pasado muchísimas cosas desde entonces (que cada uno saque cuentas). En la mía, en la tuya, en la de él. A Silvio Berlusconi, por ejemplo, le ha dado tiempo de distanciarse de la mafia con agilidad felina para labrarse una exitosa carrera política como presidente, convertirse en el tercer hombre más rico de Italia, controlar el equipo de fútbol AC Milan, manejar varias empresas de medios de comunicación y hacerse un implante capilar (aunque no sé si por este orden).
Pienso en Beppino, el padre de Eluana, a la que una vez prometió evitar el alargamiento artificial de su vida si alguna vez sufría la desdicha de acabar postrada en un coma irreversible (quién le iba a decir...). Le imagino con el peso de su promesa por cumplir sobre las espaldas, durante los trescientos sesenta y cinco días de cada uno de los diecisiete años, observando a su hija inerte y cada día más consumida. La gravedad de sentimientos que un hecho así debe provocar sólo él la conoce. ¿Quién podría/querría ponerse en su lugar, para poder así establecer un juicio ecuánime, con conocimiento de causa? Me da que Silvio no está por la labor. Porque, a diferencia de los diecisiete años de Beppino, transcurridos kafkianamente en la clínica, los del presidente dan para mucho, dónde va usted a parar, incluso para refundar los principios morales las veces que convenga y terminar llamando 'asesinato' a una simple y antropofílica liberación del sufrimiento. En casos como éste, me da por preguntarme cómo actuaría 'il Cavagliere' si estuviera en una situación igual o parecida. Lo mismo instauraba la eutanasia por decreto.
Pero, Mamachichos aparte, hay muchísima gente más que ha decidido invertir no poco de su tiempo y energías durante estos últimos meses en una desesperada lucha por salvar la vida de esta mujer italiana. Supongo que con la mejor intención y sinceramente guiados por una enorme sensibilidad hacia este tema en concreto, que les hace padecer con terror la muerte de un congénere o la idea de ser cómplices del óbito por no haber protestado lo suficiente, o no haber asaltado la clínica, o... . No sufran más. Les libero de la culpa. En realidad, si de defender la vida de Eluana se trataba, yo creo que, sencillamente, estas buenas gentes habrían llegado tarde. Como mínimo, diecisiete años tarde.
Efectivamente, Miguelo.¿Dónde estaba la Iglesia y Berlusconi durante estos diesiciete años? ¿Dónde?....
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