sábado, 16 de octubre de 2010

Escenas Celestiales LXXVIII


- No acabo de entenderlo. El universo tiene 13.000 millones de años de edad, que se dice pronto; más de 90 millones de años luz de extensión, que también se dice pronto; 100.000 millones de galaxias con sus formas y tamaños y con un número totalmente desorbitado de soles con planetas a su alrededor capaces de albergar vida... ¿y he de creer que todo eso fue puesto ahí por ti para nosotros?
- Exacto.
- ¿Pero no dice la Biblia que todo el universo se hizo en 7 días?
- De hecho, lo hice en seis, nada más. En el séptimo día, descansé y así cuadré la semana.
- Ah, pero... ¿tú te cansas?
- Es un decir.
- Y la finalidad de tanto esfuerzo fue sólo para que nosotros nos jugáramos estar aquí o no, durante una breve existencia en la Tierra?
- Así es.
- Se supone que eres todo Amor y nos obligas a malvivir en un planeta insignificante que gira alrededor de un sol anodino y perdido en el brazo de Orión de una galaxia anodina, sin posibilidad de viajar por el universo que tú mismo has creado.
- Ajá.
- Ridículo. Era más fácil creer en ti cuando pensábamos que éramos el centro de todo y que el Universo entero era lo que se alcanzaba a ver a simple vista.
- Eso está claro, no te voy a decir que no llevas razón.
- Es que han hecho falta miles de millones de años de evolución y espacios siderales infranqueables, para que todo lo que tenga que ver contigo se conozca nada más que en nuestro planeta y sólo desde que existen civilizaciones. No es lógico. Es más bien absurdo. Impropio de un Dios cuerdo.
- Y también mandé a mi hijo a la Tierra hace 2000 años, que no se te olvide.
- Encima. Si ponemos en un año la edad del Universo, el Hombre aparece sobre la Tierra en el último segundo del 31 de diciembre... y tu famoso hijo aparece apenas en la última milésima. ¿Pretendes que me crea que soy especial por haber nacido en los últimos 2010 años y que esa milésima es la última y la más importante de la Historia?
- Eso es. Por eso estás aquí.
- ¡Pero yo no puedo creer nada de eso! ¡Es un disparate! Es más dificil creer en ti que ser ateo, te lo juro.
- Pero estás aquí.
- Eso tampoco acabo de entenderlo.

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