sábado, 5 de noviembre de 2011

Escenas Celestiales CXXXIV



Lo que peor llevaba era el demasiado reciente descubrimiento de que en aquel estado etéreo e ingrávido no se contemplaba, ni como mera hipótesis, la posibilidad de dormir o de echarse una cabezadita, empezando porque no había cabeza que echar ni ojos que cerrar.

Le aguardaba pues una eternidad sin descanso, una eternidad de lo más eterna, la contemplación ininterrumpida de la Gloria Divina por siempre... y así hasta la extenuación que jamás llegará, pese a la constante hiperactividad. Terrible. Quizás en el infierno no se estaría tan mal, después de todo -pensó para los adentros que tampoco tenía.

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