Lo de las elecciones en Andalucía ha venido a ser como el estertor sordo pero tremebundo de un terremoto. Un temblor que parece provenir del mismísimo infierno y al que nadie estará nunca acostumbrado. Cuando el suelo se vuelve como de chicle, la realidad adquiere otra dimensión... y lo mismo sucede con el tiempo. El susto se adueña del cuerpo y no lo abandona ni con pastillas. Informe de daños. Las cuadernas del navío parece que han aguantado, pero quién sabe qué nefastos efectos colaterales se esconden en su interior. No vinimos a luchar contra los elementos, se dicen, y tienen razón. Nadie pensaba que fuera a haber elementos. Pero los ha habido. El estupor ha petrificado las caras de estos ingenieros de un Titanic que nunca se iba a hundir y el champán se les calienta en las copas adheridas a sus manos, después de que un iceberg haya helado sus patrióticas sonrisas. Nadie lo vio venir, nadie podía vaticinarlo. El resultado ha sido por ello doblemente arrasador. Se puede resumir gráficamente en esa pancarta que tenían preparada y que nunca se desplegó. Tenía que ser esta vez. Esta vez, sí. Arenas, más sólido y firme que nunca. Arenas para siempre. Arenas absolutas. Un sueño largamente acariciado (ver foto).
Pero no. Esta vez, tampoco. Malditos sarracenos. Seguiremos intentándolo, impasible el ademán, pero Sísifo, al menos, subía su roca sobre suelo firme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se permite la entrada, cómo no, a todas las ideas.
Se prohíbe la entrada, cómo no, a cualquier insulto.