Dicen que las Elecciones son la Fiesta de la Democracia (así, con mayúsculas). Y no.
La fiesta de la democracia fue el domingo pasado por la tarde en todo el Estado español, con miles y miles de personas reclamando cambios profundos en el sistema y en la forma de hacer las cosas. Dice Zapatero que hay que escuchar a los que protestaron -buenos reflejos, pardiez, este hombre es un lince-, pero no se entiende que a renglón seguido vaya la policía y los desaloje de la Puerta del Sol. Así no hay quien pueda escuchar o ser escuchado.
La fiesta de la democracia está siendo en estos días y seguirá mientras continuemos reclamando en la calle y a todas horas -acampadas mediante, si es preciso- que se acabe la monumental estafa que obscenamente da en llamarse crisis y que la democracia sea, efectivamente, el gobierno en manos del pueblo.
La fiesta es ahora y no el domingo que viene, porque, como dice muy bien Beta: "El domingo que viene, veinte millones de españoles (millón arriba, millón abajo) van a decidir sobre quién va a poder cobrar comisiones durante los próximos cuatro años, quién va a poder ir a la peluquería en coche oficial, a quién le van a recalificar las tierras de su abuelo, quiénes van a poder iniciar una carrera política que -dentro de unos años- les permitirá formar parte de algún consejo de administración de alguna empresa pública o semipública, quiénes serán los encargados de duplicarnos el precio de los transportes públicos, quiénes podrán ir gratis al palco del Bernabeu o del Camp Nou cuantas veces quieran, quiénes podrán hacerse fotos cortando cintas en inauguraciones, quiénes se pondrán hasta arriba de comida de cátering caro, quiénes malgastarán el dinero de nuestros impuestos y quiénes llenarán los minutos de los telediarios locales y las páginas de los periódicos locales." (El resto, aquí).
Yo tengo claro que el sistema está viciado, que el poder real nada tiene que ver con el poder político que sale elegido cada cuatro años y que los verdaderos cambios que necesitamos para ganar en democracia (en poder real) exigen otras vías para prosperar.
En cualquier caso, si Vd. considera que, pese a todo, ha de votar por alguien, sincérese consigo mismo, pregúntele a su conciencia cuáles son los representantes políticos más honestos que conoce y concédales su voto. Incluso haciendo caso omiso de ideologías, pero teniendo claro quién está en esto de la política nada más que para forrarse.
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