- ¡Qué felicidad!
- ¿Verdad que sí?
- Sí. Es una pasada.
- Ni sé ya el tiempo que llevo siendo feliz.
- Lo mismo digo. No recuerdo haber sido otra cosa.
- Pero acaso por eso mismo no deberíamos sentirnos felices. Se es feliz por contraposición a cuando se es infeliz. Si no recordamos la infelicidad... ¿cómo puede uno saber que es feliz?
- Ni idea, pero ya ves. Míranos lo felices que estamos.
- Felicísimos, sí. Una felicidad enorme e insuperable. ¿Tengo siquiera derecho a temer que en algún momento deje de ser un poco feliz, aunque sea un poquito?
- No, si lo hicieras, el mismo temor te impediría ser feliz.
- Pero es que siento que lo bueno no puede durar eternamente.
- Eso sería en vida, aquí no. Aquí sólo se puede ser feliz y más feliz.
- ¿Me das tu palabra?
- ¿Y de qué te serviría?
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