martes, 22 de febrero de 2011

Y ahora Libia


En Libia se está produciendo una masacre en estos momentos, si hacemos caso de lo que dicen diversos diplomáticos de aquel país. Aseguran que por las ciudades más cercanas a la frontera con Egipto están logrando entrar periodistas y que la caída del cerco informativo que impide saber lo que está sucediendo en todo el país es cuestión de horas.

Mientras tanto, dos pilotos de aviones Mirage libios, supuestamente desobedeciendo las órdenes de Gaddafi de bombardear a la población insurgente de su país, han desertado y aterrizado en Malta. Mustapha Abdul Jalil, el ministro de justicia, ha dimitido de su cargo y está secundando las manifestaciones populares.

La guardia de Gaddafi comenzó a disparar contra la gente en el segundo día de las manifestaciones... cuando mataron a dos personas, más de 5.000 asistieron al funeral, y cuando mataron a 15 personas al día siguiente, teníamos a más de 50.000 un día más tarde. Cuanta más gente mata Gaddafi, mayor es el número de gente que sale a la calle.

El propio hijo de Gaddafi (en la foto) ha dicho que el régimen se mantendrá al precio que sea y los hechos demuestran que no bromea: Al Jazeera habla ya de 250 muertos entre la población civil.

Emociona ver la valentía de todos esos pueblos levantándose contra sus tiranos particulares, unos mandatarios malacostumbrados a estar por encima del bien y del mal y a que nadie les cuestione (como nuestro Franco, sin ir más lejos). Cabe suponer que cada país (Túnez, Egipto, Yemen, Irán, Marruecos, Libia...) tiene sus peculiaridades y que cada régimen es distinto a los demás (Libia, por ejemplo, es uno de los países más alfabetizados de África y tiene la esperanza de vida más alta del continente), pero, a la hora de aferrarse al poder, todos los tiranos se comportan prácticamente de la misma manera. El poder, como muy bien dijera el sardónico periodista Miguel Ángel Aguiar -refiriéndose a la frase tonta de Zapatero "El poder no me cambiará"- es heroína inyectada en vena. Claro que te cambia. Te vuelve del revés, aunque no quieras. Entre otras cosas, te vuelve inhumano. Y si encima te has estado chutando toda tu vida, apaga la luz y vámonos. ¿Recuerdan la secuencia final de Scarface? ¿La enajenación absoluta del protagonista encocado, que aún se siente vivo y sigue amenazando, mientras le atiborran de plomo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Se permite la entrada, cómo no, a todas las ideas.
Se prohíbe la entrada, cómo no, a cualquier insulto.