lunes, 3 de enero de 2011

Crónicas de Berlín XI


Las explosiones comenzaron a eso del mediodía. Al principio muy aisladas y, paulatinamente, más y más seguidas. A las tres de la tarde se podían sentir aproximadamente una vez por minuto. Así siguió hasta las 10 de la noche. La cosa se volvió entonces un poco loca, con voladores por doquier, a razón de tres o cuatro por minuto. Y dos horas más tarde, sin cuartos, sin campanadas, sin Puerta del Sol y sin uvas, tras una simple cuenta atrás de diez segundos, Berlín se volvió Valencia. En apenas un minuto, el olor a pólvora lo invadió todo, el humo no dejaba ver el aire y los 360 grados del horizonte estallaban en una guerra multicolor sin un epicentro definido. Miles de berlineses se dejaban los cuartos en llamaradas, quién lo iba a decir. Sus humildes contribuciones individuales, tomadas en conjunto, en nada desmerecían las exhibiciones municipales localizadas en la Puerta de Brandemburgo. El espectáculo se prolongó por más de una hora tras la medianoche, sin descanso. Comenzaba 2011. Economías domésticas haciendo vibrar a cualquiera que por allí pasara. Estaba claro: la ciudad no buscaba líderes, más bien enseñaba a sus líderes la categoría de ciudad que era. Berlín.

* Por error, esta entrada apareció publicada el pasado sábado, en el lugar correspondiente a la Escena Celestial XC. Ruego disculpen las molestias.

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