miércoles, 5 de enero de 2011

Belmarsh


Belmarsh es el Guantánamo inglés, una vergonzosa cárcel ubicada en Kent, en la que no se sabe quiénes o bajo qué cargos están encerrados, porque, al contrario de lo que sucede en las demás cárceles de Europa, en Belmarsh no existen listas públicas de los detenidos. Sólo unos pocos elegidos saben lo que sucede tras sus muros. Allí se retiene en secreto a los acusados de terrorismo, esa categoría delictiva que algunos -de nuevo unos pocos elegidos- parecen tener muy clara y que el común de los mortales detesta por encima de todo, incluso por encima de la pérdida de sus libertades.

En ese pestilente agujero negro, sobre el que orbita la democracia europea toda, van a enchironar a Julian Assange, porque se comprende que los jueces británicos no son en absoluto ajenos a las llamadas telefónicas apremiantes que llegan desde Washington.

Ahora bien, para encarcelar a Assange en Belmarsh, es necesario que sea encausado por terrorismo. Y todo apunta a que lo van a hacer, para que quede bien claro quien manda aquí y para escarmentarle y humillarle todo lo posible, aunque tengan que inventarse los cargos o retorcer la realidad y el Derecho todo lo que haga falta. Recordemos que Assange no ha hecho nada distinto a lo que han hecho los cinco medios de comunicación más importantes del mundo o sus fuentes: informar. Si es terrorista él, también son terroristas los periódicos que han difundido la información a escala planetaria. Si un juez no observa este hecho incontrovertible, ni es juez ni es nada. Bueno, sí, algo sí que es: un sicario, un matón o, como decimos por aquí, un 'mandao'.

Con cada peldaño que desciende Julian hacia las mazmorras británicas (o quién sabe si norteamericanas), me acuerdo de Pinochet y de su sorprendente y progresiva mejoría cuando descendía del avión, peldaño a peldaño, en Santiago de Chile, a su feliz regreso de Inglaterra y con los parabienes de la Thatcher en la maleta. ¡Qué asco, madre mía!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Se permite la entrada, cómo no, a todas las ideas.
Se prohíbe la entrada, cómo no, a cualquier insulto.