sábado, 30 de julio de 2011

Escenas Celestiales CXX


El hambre. Su recuerdo, al menos. Todas esas almas provenientes de Somalia, ya sin estómago ni sensación de debilidad, olvidadas las mejillas rehundidas, los dolores de huesos y los ejércitos de moscas, todas esas almas -decíamos- son ahora sólo felicidad.

Dios lo tenía en realidad todo previsto y ya no queda nada de aquella miseria, de aquel sufrimiento y de aquellas carencias. Las almas somalíes son, fiel a las bienaventuranzas, las verdaderas reinas del Cielo (para escarnio de las almas más blancas y cristianas, que no entienden nada de lo que pasa). Una eternidad de felicidad les aguarda. Pero, ¿y el recuerdo del hambre? ¿Desaparece alguna vez el miedo a volver a pasar por lo mismo? ¿Y no surge la pregunta de por qué aquello? ¿Era verdaderamente necesario morir literalmente de hambre para ser reinas del lugar? ¿No había otra vía más misericordiosa?

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