sábado, 2 de julio de 2011

Escenas Celestiales CXVI


Un terrorista islámico con ganas de hacer pupa se infiltra en las fiestas del Orgullo Gay en el barrio madrileño de Chueca. Aprieta un botón y los 20 kilos de dinamita que lleva atados a la cintura originan la mayor carnicería que se recuerda en Europa en décadas. Las 303 víctimas mortales de la explosión (sin contar con el terrorista) se dirigen juntas al Cielo. Aún siguen de fiesta, claro, su muerte ha sido instantánea y no les ha dado tiempo de apercibirse del horror. Enseguida San Pedro les baja los humos: allí no está permitido el mariconeo.

- ¿Pero qué dices, tío? ¿Cómo que deje de bailar?
- Digo que no estás bailando. Que te des cuenta de que no tienes cuerpo con el que bailar.
- ¡Uy, es verdad, tú! Chicos, que nos hemos quedado sin cuerpos.
- ¡Pues mucho mejor! Felicidad eterna y sin cansarnos. Orgullo Gay para siempre. ¡A bailar!
- ¿Pero acaso estáis tontos? ¡Que no tenéis cuerpo! ¡Que sois sólo almas! Vamos... ¡que no tenéis sexo! ¡Dejadlo ya!

Pero las palabras de San Pedro no eran capaces de contener la alegría de aquel grupo de almas que siguió danzando y saltando durante muchos días, aunque no tuvieran cuerpo (un detalle ciertamente menor).

Lamentablemente, como siempre sucede en el Cielo, a medida que el tiempo pasaba, las almas iban olvidándose de quiénes fueron alguna vez y, poco a poco, aquella contagiosa alegría de sentirse vivos con la que habían llegado fue desvaneciéndose hasta que no quedó rastro alguno... ni testigos de que alguna vez hubiera existido.

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