sábado, 23 de abril de 2011

Escenas Celestiales CVI


- ¿Y aquí no hay libros para leer?
- ¡Claro que sí! Aquí están todos y cada uno de los libros que alguna vez fueron escritos.
- ¿Y dónde, si puede saberse?
- En ningún sitio concreto. Simplemente, están.
- ¿Y cómo hago para leerlos?
- ¿Cuál te apetecería leer?
- Cualquiera de los que aún no he leído, para empezar. Conociéndome, acabaré leyéndomelos todos, si es cierto eso de que la Eternidad es eterna.
- Así será. Sólo tienes que pensar en un título concreto o en el autor, de forma que puedas elegir entre todos los libros de su obra.
- Pues Dostoievski mismo.
- Dostoievski, venga. ¿Te das cuenta de cómo aparecen los títulos en tu mente? Ahí tienes todas las obras de Fiódor. Las puedes catalogar por orden cronológico o alfabético; por número de ediciones impresas, vendidas, quemadas o leídas e incluso por número de caracteres en los distintos idiomas. ¿No es fantástico?
- Me quedo con "Crimen y Castigo".
- ¿No la habías leído ya?
- Sí, pero me apetece reencontrarme con Raskólnikov.
- Pues tú mismo.
En menos de una millonésima de segundo, el tocho de tropecientas páginas terrestres se integró como una exhalación en sus pensamientos. Raskólnikov pasaba, así, de asesino a encarcelado en un tris. El juego del gato y el ratón llevado a cabo por el comisario apenas se dejó disfrutar. Sin embargo, la lectura había sido completa y no había faltado ni una coma de lo que él recordaba.
- ¿Ya está?
- Ya está. ¿Cuál quieres leer ahora?
- Pero esto no es leer, es deglutir un libro, que es distinto.
- ¿Tú quieres leerlo como lo hacías en vida?
- Sí.
- Pues toma.
Una edición bellamente encuadernada de "Crímen y Castigo" apareció ante él, como por arte de magia.
- ¿Y cómo se supone que tengo que pasar las páginas? ¡No tengo manos!
- Tú es que no te contentas con nada, ¿verdad?

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