lunes, 1 de febrero de 2010

400


No sé si el término 'Manuel Fuentes, alcalde de Seseña' les resulta familiar. Manuel Hernández, alias "El Pocero" probablemente sí. De él se ha escrito mucho en este país. Un tipo que ha sabido levantar un imperio de la nada -precisamente construyendo ciudades dormitorio en medio de la nada- y que de viajar en una carretilla tirada por un burro ha pasado a disponer de jet privado. Fuentes -que es alcalde y sabe de lo que habla- ha acusado a Hernández de corrupción y de intentar sobornarle en reiteradas ocasiones. Hernández ha presentado ya 14 querellas contra Fuentes, acusándole de delito de injurias. En la más reciente de esas querellas, le fue impuesta al alcalde de Seseña la vergonzante fianza de un millón de euros (¡1.000.000 €)! a satisfacer en 24 horas, en un claro aviso de la judicatura a navegantes: ¡Abstenerse de denunciar casos de corrupción de gente importante, 'pringaos'!

De ayer a hoy, ha habido una marcha de protesta contra la corrupción desde Seseña (Toledo) hasta Madrid. La iniciativa ha partido de Izquierda Unida. Su presidente, Cayo Lara, ha dicho que "hay que luchar contra la corrupción y desterrarla de la vida política de este país porque eso hace muchísimo daño a la democracia, desafecta a los ciudadanos de la vida política" y es "negativo para la imagen de los políticos en España".

Escuchando a Lara, cabría esperar que a una marcha de este tipo, además de IU en pleno, acudiera todo dios, PSOE y PP incluidos, esgrimiendo éste último bien alto el nuevo y recién estrenado código anticorrupción de Mariano Rajoy, pero nanay. Apenas 400 almas se echaron a la carretera.

Entiendo que una marcha de dos días y en condiciones meteorológicas adversas no es plato de gusto para nadie, pero 400 asistentes son pocos. No me consuela que el Ateneo de Madrid se pusiera de bote en bote para recibir a los marchadores. Me consuela algo más saber que fueron sólo 300 espartanos los que decidieron enfrentarse al todopoderoso ejército persa. Y, sin embargo, aunque 400 son más que 300, empiezo a creer que, en España, la corrupción es percibida por el común de los mortales como la lluvia. Una cosa incómoda, pero que está ahí -siempre ha estado y siempre estará- y que, además, le sienta bien al campo.

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