miércoles, 4 de mayo de 2011

La cintura de la ICAR


Por fin el Vaticano ha actuado sin titubear en uno de esos casos que tienen que ver con cuestiones sexuales. Y lo ha hecho contraviniendo la tónica habitual de hacer la vista gorda, cuando no directamente de tapar los escándalos surgidos en el seno de la ICAR. Hasta ahora, la labor de los Papas consistía en una llamada de atención más o menos conminatoria al obispo que hubiera cometido el desliz, traslado de diócesis... y poco más (y eso en el caso de que el asunto trascendiera). Porque la verdadera labor se desarrollaba de puertas adentro: dar cauce a una lluvia de indemnizaciones soto voce, a fin de evitar que las noticias de los estupros vieran la luz.

Por eso, es de justicia reconocer a la ICAR su cintura, por el fulminante cese de sus funciones al australiano William M. Morris, obispo de Toowoomba, por haber cometido el más terrible de los errores de índole sexual.

¿Fulminante cese, he dicho? Es cierto que su destitución ha tenido lugar cinco años después de haber hecho públicas sus opiniones al respecto, pero un lustro, en términos de la ICAR -y cuando no se trata de beatificar a un colega-, es la inmediatez más absoluta.

¿Qué no saben cuál ha sido el terrible error de Morris? Pues mostrarse favorable al sacerdocio femenino. ¡Habrase visto!

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