sábado, 28 de mayo de 2011

Escenas Celestiales CXI


Ese dios que siempre está presente y que jamás se retira a sus aposentos (porque en el Cielo no hay aposentos, claro) y que nunca deja de ser contemplado por las almas y tal. Ese dios que se ha pegado miles de millones de años en la más absoluta soledad, desde el Big-Bang hasta ayer mismo como quien dice y al que de repente le da por inventar las bacterias y luego las amebas y después los trilobites y más tarde los dinosaurios, para cargárselos con un meteorito a las primeras de cambio y todo ello como preámbulo (¿de verdad era necesario?) para su mayor invento que somos nosotros (y aquí, también, ¿de verdad era necesario?). Ese dios tan misericordioso que manda a un hijo para que se lo destrocen y desangren a latigazos antes de clavarle manos y pies a unos maderos. Ese dios que organiza alegremente terremotos en los que perecen miles de seres humanos y permanece impasible ante el dolor (hay quien dice que sufriendo enormemente por nosotros, lo cual tiene guasa, siendo quien se supone que es, ¿un caso perdido de hipermasoquismo?). Ese dios que ahora mismo está mirando a toda la creación desde arriba sin mover un dedo. Ese dios tan impresentable y cabrón que debería ser puesto a disposición de un Tribunal Internacional de Derechos Humanos... ¿cómo demonios consigue que todo el mundo se quede aquí como un bobo alelado con su divina gloria durante toda la eternidad. ¿En serio es quien al final de los tiempos decidirá quiénes valen la pena y quiénes no?

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