lunes, 30 de enero de 2012

Voluntarios de la Botella



Que dice Ana que por qué no trabajamos como voluntarios en bibliotecas, para que éstas no tengan que cerrar ("Me niego a pensar que no se puede abrir una biblioteca porque no vayan a poder ir personas voluntarias a ponerla en marcha"). Que ya es hora de que devolvamos a la sociedad lo que ésta ha hecho por nosotros. O algo así, dice esta señora de su señor. Yendo un tanto más allá, Botella cree que no sólo en las bibliotecas públicas sino en un número "infinito" de servicios dependientes de la administración puede ser conveniente la presencia de voluntarios. Y todo esto, seguramente, lo dice en serio.

Ya puestos, estaría bien que el consejo se lo aplicase también a sí misma, renunciando al coche oficial con chófer y a su sueldo de alcaldesa y acudiendo a diario al consistorio en metro, en calidad de voluntaria (si a Vd. le parece una buena idea, puede firmar aquí, yo ya lo he hecho).

Y lo que ya sería genial del todo es que también lograse imponer el sabio consejo en esa intimidad tan catalana que atesora en su hogar, de forma que su señor esposo renunciara a su pensión vitalicia, donando a Cáritas y a diversas Oenegés la suma de todo lo que hubo percibido mientras se sentó en el Consejo de Estado (unos 74.000 euros anuales, hasta que abandonara el cargo en 2006, porque era incompatible con el de consejero de Murdoch). Eso para empezar.

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