martes, 29 de marzo de 2011

El arte de la improvisación


Paseaba tranquilo el futuro presidente de España con su séquito por la ribera gallega, cuando a alguien se le ocurrió que aquel barco tan molón podía ser el marco incomparable en el que Mariano habría de ser inmortalizado en su apoyo a la flota atunera. Son las cosas de ir de campaña alegremente, que lo mismo se apunta uno a vitorear el vino con ardor entre aplausos de la claque, que acaba posando en el yate del mayor narcotraficante de las Españas todas. Desconozco con quién hablaron, a quién pidieron permiso para el abordaje, en qué términos o si en algún momento se interesaron por saber quién o quiénes eran los propietarios (con preguntar a cualquiera en cualquier bar de la zona les hubiera bastado). Dicen que no, que todo fue improvisado y que nada de eso les era sabido, de lo que cabe deducir que Mariano y su séquito, cuando van de campaña, se nos ponen de lo más jaranero, de lo más liviano y de lo más chachi, entrando de improviso en cualquier sitio que les pete, casi sin preguntar a nadie y sin importarles si el sitio en cuestión es un garito de la mafia o un burdel de trata de blancas, con tal de hacerse una buena foto.

Me muero de ganas por que este señor y su séquito nos gobiernen a todos. De verdad.

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